viernes, 11 de junio de 2010

Moscas

I was thinking about... thought-provoking books

Cuando en la introducción de un libro recién regalado uno se encuentra con una idea tan contundente como "Aprender y disfrutar es el secreto de una vida plena. Aprender sin disfrutar nos reseca por dentro, disfrutar sin aprender nos vuelve estúpidos.", no queda más remedio que seguir leyendo.

El libro en cuestión se titula "¿Quién soy y... cuántos?", un título poco afortunado que quizás mejora un poco en su versión original (Wer bin ich - und wenn ja, wie viele?) escrito por Richard David Precht.
En definitiva, el libro es una reflexión sobre las cuestiones más importantes en la vida del hombre: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? y, aunque sólo he leído un capítulo, he pensado que estaría interesante ir poniendo por aquí las reflexiones que me provoque y que me contéis qué opináis al respecto (si tenéis tiempo y/o ganas).

El primer capítulo trata de la percepción del mundo por parte de los humanos. ¿Qué es la verdad?, se titula.
Me parecen curiosas muchas de las ideas que expone, pero quizás una que ya se me había pasado por la cabeza, aunque no con esas palabras es el hecho de que nuestro intelecto es puramente humano y no tiene "ninguna misión ulterior más allá de la vida humana". Es más, es ridículo y pretencioso asumir que todo lo que percibimos y pensamos es la verdad absoluta. Seguro que la mosca también "navega por el aire poseída de ese mismo pathos y se siente el centro volante de este mundo".
En definitiva, somos demasiado arrogantes considerando nuestra percepción como la única válida. Tengo la sensación de que hay estímulos a nuestro alrededor que ni siquiera percibimos y que influyen en la Naturaleza tanto o más que los que sí sentimos. Porque el hecho de que una persona nazca sorda no implica que en el mundo no existan los sonidos.

sábado, 5 de junio de 2010

Los otros

I was thinking about... beautiful people

Somos seres sociales lo queramos o no y, por lo tanto, lo que podemos lograr con el apoyo de los otros es mucho más de lo que podemos lograr por nuestra cuenta.

Me viene este pensamiento a la cabeza tras ver en play Cuatro un reportaje sobre Rafael, un hombre que se ha sometido recientemente a un transplante de cara. Pese a tener la cara deformada durante la mayor parte del tiempo que dura el reportaje, su fuerza interior, su simpatía y su optimismo se te contagian y te hacen ver más allá de la deformidad de su rostro. Tanto él como todas las personas que le rodean (madre y hermana, amigos y, en especial, ese amigo de la infancia que lleva a su lado toda la vida...) muestran una actitud envidiable y digna de la más pura y absoluta admiración.
No dudo que Rafael tenga de manera innata un carácter divertido y afable, capaz de sobrellevar las dificultades con buen ánimo, pero estoy segura de que sin el cariño que le rodea, no rezumaría felicidad por cada poro de su piel.

Volvemos, pues, al viejo debate sobre la influencia de la Naturaleza y del ambiente en la forja de nuestro carácter: ¿qué pesa más? Es difícil saberlo. Como educadora, me inclino más por la importancia del entorno ( y, sobre todo, de las personas que lo conforman).

Rafael tiene ya un rostro relativamente normal. Pero eso no le hace más feliz. O puede que sí, pero desde luego no le hace más querido. Los que le conocen le quieren tal y como es, antes y después de la operación, la cual le servirá, más que nada, para no verse como un monstruo en los ojos de los que le miran sin hablarle. Porque en cuanto los monstruos abren la boca queda claro que son igual o más humanos que cualquiera de nosotros, y que tienen mucho que enseñarnos.

jueves, 3 de junio de 2010

Correr


Yo nunca he sido deportista: ni tengo una constitución que me permita obtener un alto rendimiento ni saco tiempo para el ejercicio. Pero desde hace casi tres semanas (¡!¡! se oyen aplausos a mí misma en mi cabeza) estoy saliendo a correr todas las mañanas 4.82 kilómetros según mi movil. Obviamente, no corro todo el tiempo, pero el simple hecho de conseguir madrugar todos los días y, tras un zumo y una manzana, salir a trotar un poco, me hace sentirme orgullosa de mi misma. Además, que ya empieza el veranito y hay que reducir las cartucheras provocadas por la Oposición (una compi de voluntariado diría: que yo sepa, no es estudiar lo que engorda :D ... tiene razón, es la nevera).
Total, que aunque mi velocidad media es bastante ridícula y soy adelantada con frecuencia por señoras cachas y viejetes musculosos, me siento bien. A ver cuánto consigo mantenerlo... y a ver si para cuando esté en la playa puedo echarme unas carreritas por la arena sin ahogarme, que es un rollo muy hollywoodiense y me apetece este año.