¡Que lo disfrutéis!
P.D.: Me interesan mucho vuestros comentarios al respecto así que no seáis vagos y comentadme qué os ha parecido, porfa!
Tres años después, Elisa dormía todavía. Y las noches que le dejaban, Alberto dormía a su lado con la mano metida bajo las sábanas, sintiendo ese tibio cuerpo que hacía tanto tiempo había sido suyo. A pesar de que la Elisa de la que se enamoró no tenía nada que ver con la Elisa dormida, cuando Alberto, en las noches de insomnio solitario, pasaba la cabeza por la almohada de la durmiente, seguía percibiendo ese perfume indescriptible que siempre había emanado su amada.
Esas noches sin sueño eran su peor pesadilla, cuando en el silencio del hospital revivía con los ojos abiertos esa profundidad amarilla que se le había quedado grabada en el alma el día en que Elisa cayó como muerta al suelo. Y habría sido mejor así.
Siempre había pensado que los hombres para los enfermos son como las mujeres para la mecánica: unos completos inútiles.
Y a pesar de todo, ahí seguía él todos los días, sin trabajo, sin amigos y sin familia; solo, con un dolor más profundo que toda su raza.
Desde el principio les habían dicho que la suya era una relación del todo inconsciente. A quién se le ocurría, comentaban, enamorarse de la prometida de su socio masculino. Pero el corazón de Alberto nunca entendió de negocios. Lo que sentía por Elisa era cien veces más profundo que aquello que en su día creyó sentir por las decenas de coristas mantenidas de su bolsillo que pasaron por sus sábanas.
“Coristas” las llamaba, en un guiño a su abuelo, antiguo cabaretero bonaerense y enamoradizo incorregible. Coristas devoradoras del dinero que ahorran. Coristas salvajes, tigresas de noche y damiselas de día que vuelven con el sol para que les laman las heridas.
Alberto vivió sus romances fugaces usando la presencia de su abuelo como escudo contra la conciencia. Pero en cuanto éste faltó, su modo de vida se vino abajo, como peones en un juego de ajedrez mal jugado.
Con Elisa había llegado no sólo la seguridad, sino la decencia: por fin podía salir a la calle con el espíritu limpio, libre de reproches.
Pero tres años de espera eran demasiados.
En silencio, recogió la gabardina cuidadosamente doblada sobre los brazos de la butaca y, sometiendo el clandestino sonido de sus pisadas a la censura de los calcetines, abandonó la habitación de una tal Elisa en busca de sus cabareteras.
Cuando la mujer abrió los ojos, Alberto ya no estaba allí.
7 comentarios:
Qué triste! Pero ya se veía venir un final trágico desde el principio...
El concepto del ejercicio es bastante curioso, pero sobre todo difícil. A pesar de ello, creo que lo has sabido llevar bastante bien porque a mí me ha parecido una historia bastante orgánica.
Muaka!
thanks, love!
sí, relamente ha sido muy difícil...
una cosa, ¿a qué te refieres exactamente con "orgánica"?
muaka!
No problem! Me refiero a que realmente parece un conjunto, que no son frases/palabras que de alguna manera has tenido que relacionar. Te pongo la definición del DRAE (la Hernando estaría orgullosa...):
2. adj. Que tiene armonía y consonancia.
No sé si me explico, pero ya te contaré en persona!
Besos!
"im-precionante"...no tengo más que añadir
qué honor tu comentario! mil gracias!
Este tipo de ejercicio lo conocía sólo con palabras sueltas, pero desde luego es bastante más complicado con grupos de palabras... Me ha llamado la atención que algunas expresiones subrayadas incluyen verbos en una determinada persona y número ("del dinero que ahorran") - Eso también había que respetarlo?
En cualquier caso coincido en que el texto ha quedado realmente bien...
Gracias! Sí, había que poner las expresiones exactas y en el mismo orden en que te las daban.
Por si tenéis curiosidad, se podían quitar dos expresiones como máximo en caso de que lo consideraras necesario. Las que yo he omitido son "la celebrada granjera" y "cuidado o pena por la chuchería", para que os hagáis una idea de la lista que nos envió la profesora...
En fin, gracias de nuevo por comentar!
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