I was thinking about... being human
Hace poco leí un relato que hablaba de la necesidad del otro. Contaba la historia de un hombre que se levantaba una mañana y no recibía ninguna carta ni nadie parecía reconocerle por la calle. Todos los que formaban parte de su grupo de amigos le ignoraban como a un extraño y en ningún lugar parecían acordarse de él. Volvió entonces a su casa, se miró al espejo y se hizo la eterna pregunta: ¿Quién soy? Y cuando, al día siguiente, todo volvió a la normalidad y sus amigos le volvieron a invitar a la tertulia de cada tarde, y su buzón volvió a estar lleno de cartas, él sintió que ya no lo necesitaba, que había dejado de verse exclusivamente a través de los ojos de los otros, que era ya un individuo en el sentido más estricto de la palabra.
Es inevitable. Somos un cúmulo de relaciones, circunstancias, decisiones y errores que están condicionados en su mayor parte por cómo sentimos que nos ven los otros. Y normalmente no nos paramos a pensar en cómo seríamos sin la mirada de los demás. Sin las expectativas que los demás tienen de nosotros, ¿qué quedaría?
Creo que eso es parte del motivo por el cual la muerte nos resulta tan desgarradora. Cuando alguien querido muere, muere un poco de nosotros con él. Mueren los recuerdos en común, los sueños compartidos y la parte de nosotros que sólo estaba en la cabeza de esa persona. Todo eso desaparece irremisiblemente. Y es entonces cuando se abre el gran vacío infinito ante nuestros pies y nos vemos obligados a redefinirnos, a reconstruirnos sorteando como podamos esa cicatriz indeleble cuya marca irá suavizando el tiempo...
jueves, 3 de abril de 2008
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