Bueno, bueno. Otra vez martes.
Y aquí tenéis mi cuarto ejercicio.
Esta vez se trataba de hacer una descripción "puramente física" de un gesto ante el espejo, "eludiendo cualquier consideración reflexiva acerca de lo que se está observando". El trabajo ha resultado bastante complicado: los que ya conocéis mi forma de escribir sabréis que no me detengo demasiado en descripciones, voy más al grano, con lo que un texto exclusivamente descriptivo ha supuesto, cuanto menos, un reto.
Os dejo que juzguéis vosotros mismos el resultado. Como siempre, me encantará leer vuestros comentarios a la entrada, ya sean positivos o negativos.
Enjoy!
El perfil de Ana es claramente distinto al que dejó de recuerdo en el azogue hace unos meses.
Sus enormes ojos negros llevan tiempo ensombrecidos por ojeras ya imposibles de disimular que confieren a su mirada el aire distante y triste de quien ha vivido suficiente.
Pero el resto de su piel sigue joven, pálida, a veces casi transparente cuando alguna vena azul se pega contra la superficie.
Si se mira con atención, aún puede reconocer las marcas del bikini del verano pasado. Son, quizás, lo que menos ha cambiado desde la última vez que se atrevió a mirarse al espejo.
Los pechos, sin embargo, han duplicado su tamaño, luciendo ahora una rotunda turgencia que no deja de sorprenderle.
Y el vientre.. Sus jóvenes manos acarician esa nueva curva que se ha formado por encima del corte de sus piernas y que apenas le permite intuir el comienzo del vello púbico. Una redondez perfecta que tersa su piel haciéndola brillar con los primeros rayos de la mañana. Las manos se resisten a separarse de la novedad mientras su mirada sigue recorriendo el reflejo en busca de más cambios.
Sus brazos y piernas están claramente más robustos. Se ve más mujer.
Y sin embargo, su cara sigue siendo tan de niña.
Cuando, finalmente, sus ojos vuelven a encontrarse con los de su gemela en el espejo, no puede evitar esbozar una amarga sonrisa que acentúa aún más las sombras de su mirada. Y el segundo que dura un parpadeo es suficiente para liberar el mar agazapado tras las pestañas.