Casi sin darnos cuenta, ya ha acabado el primer día del año. Vuelven los ruidos, las rutinas, los programas de siempre. No nos dejemos engañar. Nada es igual que ayer. Todo puede cambiar en un segundo. Todo cambia en un segundo. Disfrutemos, pues, de lo que tenemos hoy, ahora. Pensemos en lo que conseguimos ayer y en si merece la pena, si debemos cambiar algo.
Feliz año 2012. Hoy, mañana y todos los día de este calendario bisiesto.
domingo, 1 de enero de 2012
jueves, 17 de marzo de 2011
Líbano
I was thinking about... faraway places
"La tarde era seca y los pistacheros estaban cubiertos por una pelusa rosada"
Recuerdo que mi padre me contó hace tiempo que una compañera suya, casada con un libanés, le había hablado de lo llamativo que resulta caminar por un campo de pistachos y escuchar sus chasquidos al abrirse. Desde entonces, siempre que como pistachos me acuerdo y pienso en cómo puede ser ese ruido que probablemente a la gente de la zona le parezca totalmente anodino. Me imagino que debe sonar como el crujido de la tierra. Un crujido suave, tenue, como para decirnos que sí, que está viva, que sigue con nosotros.
Sinceramente, no tengo ni idea del aspecto que tiene un pistachero. No sé si es un árbol, un arbusto o de qué color tiene las hojas. Podría buscarlo en google, por no desentonar con estos tiempos modernos, digo, pero la verdad es que prefiero mi imagen mental a las 100.000 que puedan aparecer 0,002 segundos después de que yo pulse Intro.
La frase que he puesto al principio está sacada del libro "La roca de Tanios" de Amin Maalouf. La he leído esta mañana al salir del metro y se me ha quedado grabada pero luego al intentar volver a encontrarla, ya en casa, me ha sido imposible, así que la he puesto más o menos como la recuerdo.
¿Quién puede no querer ir a un lugar donde los pistacheros están cubiertos de pelusa rosada? Si no os parece sugerente o pensáis que es una mariconada, podéis dejar de leer esto, porque pienso seguir divagando sobre el tema durante un rato.
Resulta que llevaba un tiempo con pocas ganas de leer, en general. Imagino que debido al estudio, me he ido aficionando a series y demás y los libros se han ido quedando un poco de lado. Si acaso, de vez en cuando, me animaba con algún ensayo (nada sesudo, simplemente me refiero a obras de no ficción). Y la verdad es que no sé por qué había dejado de apetecerme la ficción. El caso es que fue estudiando, precisamente, como me volvieron las ganas de leer novela. En mi oposición hay un par de temas dedicados a la Literatura y, claro, me picó el gusanillo. Así que empecé a rescatar libros pendientes y los metí en la bandolera, para el metro. Fueron cayendo uno tras otro y volví a recuperar esa parte de mí que lee y disfruta haciéndolo casi más que con cualquier otra cosa.
Esa sensación ha llegado a su punto álgido con el señor Maalouf. He terminado hace unos días "El viaje de Baldassare" y he sido tan feliz mientras lo leía, que enseguida he empezado otro libro del mismo autor, del cual he sacado la cita.
"El viaje de Baldassare" fue publicado en 2000, fecha importante en cuanto a su simbología, y relata un viaje que tiene lugar en el año 1666, importante también porque se creía que sería el año del fin del mundo, el Año de la Bestia. Y resulta que no lo fue. Y que la gente siguió amando, peleando, rezando y sufriendo como hasta entonces. Maalouf transmite de una manera magistral el ambiente de esa época y la mentalidad curiosa de su protagonista que, sin juzgar a nadie, traza en su diario un retrato perfecto del mundo durante aquel año: gente que emprende viajes sin saber cuánto van a durar, amores que nacen pasionales y luego son superados por las circunstancias. Incendios. Judíos, árabes, cristianos. Idiomas que se mezclan para convertirse en un idioma común inclasificable e imposible de analizar pero que permite la comunicación mejor que cualquier lengua pura. Comidas, olores, sabores. Cuando se acaba el libro, uno se niega a creer que lo que ha leído no son las palabras de Baldassare, sino de un filántropo libanés inmensamente sabio que ha tenido la generosidad de compartir su experiencia y conocimientos a través de un libro aparentemente sencillo pero inmensamente revelador.
Y claro que tengo ganas de ir a Líbano, a Gibeleto, a Kfaryabda, a cualquier sitio, ficticio o no, donde se escuche el chasquido de los pistachos y se pueda ver esa pelusa rosa que tanto me intriga. Tengo ganas de conocer la cultura de un país que hasta hace poco ni siquiera era capaz de situar en el mapa y que hoy en día me parece que tiene que ser la tierra de las mil maravillas. Y si es eso lo que se consigue con un libro, con una sucesión de palabras impresas sobre papel común que abren caminos entre países hasta entonces inimaginados, entonces yo quiero ser escritora. Quiero ser como Amin.
"La tarde era seca y los pistacheros estaban cubiertos por una pelusa rosada"
Recuerdo que mi padre me contó hace tiempo que una compañera suya, casada con un libanés, le había hablado de lo llamativo que resulta caminar por un campo de pistachos y escuchar sus chasquidos al abrirse. Desde entonces, siempre que como pistachos me acuerdo y pienso en cómo puede ser ese ruido que probablemente a la gente de la zona le parezca totalmente anodino. Me imagino que debe sonar como el crujido de la tierra. Un crujido suave, tenue, como para decirnos que sí, que está viva, que sigue con nosotros.
Sinceramente, no tengo ni idea del aspecto que tiene un pistachero. No sé si es un árbol, un arbusto o de qué color tiene las hojas. Podría buscarlo en google, por no desentonar con estos tiempos modernos, digo, pero la verdad es que prefiero mi imagen mental a las 100.000 que puedan aparecer 0,002 segundos después de que yo pulse Intro.
La frase que he puesto al principio está sacada del libro "La roca de Tanios" de Amin Maalouf. La he leído esta mañana al salir del metro y se me ha quedado grabada pero luego al intentar volver a encontrarla, ya en casa, me ha sido imposible, así que la he puesto más o menos como la recuerdo.
¿Quién puede no querer ir a un lugar donde los pistacheros están cubiertos de pelusa rosada? Si no os parece sugerente o pensáis que es una mariconada, podéis dejar de leer esto, porque pienso seguir divagando sobre el tema durante un rato.
Resulta que llevaba un tiempo con pocas ganas de leer, en general. Imagino que debido al estudio, me he ido aficionando a series y demás y los libros se han ido quedando un poco de lado. Si acaso, de vez en cuando, me animaba con algún ensayo (nada sesudo, simplemente me refiero a obras de no ficción). Y la verdad es que no sé por qué había dejado de apetecerme la ficción. El caso es que fue estudiando, precisamente, como me volvieron las ganas de leer novela. En mi oposición hay un par de temas dedicados a la Literatura y, claro, me picó el gusanillo. Así que empecé a rescatar libros pendientes y los metí en la bandolera, para el metro. Fueron cayendo uno tras otro y volví a recuperar esa parte de mí que lee y disfruta haciéndolo casi más que con cualquier otra cosa.
Esa sensación ha llegado a su punto álgido con el señor Maalouf. He terminado hace unos días "El viaje de Baldassare" y he sido tan feliz mientras lo leía, que enseguida he empezado otro libro del mismo autor, del cual he sacado la cita.
"El viaje de Baldassare" fue publicado en 2000, fecha importante en cuanto a su simbología, y relata un viaje que tiene lugar en el año 1666, importante también porque se creía que sería el año del fin del mundo, el Año de la Bestia. Y resulta que no lo fue. Y que la gente siguió amando, peleando, rezando y sufriendo como hasta entonces. Maalouf transmite de una manera magistral el ambiente de esa época y la mentalidad curiosa de su protagonista que, sin juzgar a nadie, traza en su diario un retrato perfecto del mundo durante aquel año: gente que emprende viajes sin saber cuánto van a durar, amores que nacen pasionales y luego son superados por las circunstancias. Incendios. Judíos, árabes, cristianos. Idiomas que se mezclan para convertirse en un idioma común inclasificable e imposible de analizar pero que permite la comunicación mejor que cualquier lengua pura. Comidas, olores, sabores. Cuando se acaba el libro, uno se niega a creer que lo que ha leído no son las palabras de Baldassare, sino de un filántropo libanés inmensamente sabio que ha tenido la generosidad de compartir su experiencia y conocimientos a través de un libro aparentemente sencillo pero inmensamente revelador.
Y claro que tengo ganas de ir a Líbano, a Gibeleto, a Kfaryabda, a cualquier sitio, ficticio o no, donde se escuche el chasquido de los pistachos y se pueda ver esa pelusa rosa que tanto me intriga. Tengo ganas de conocer la cultura de un país que hasta hace poco ni siquiera era capaz de situar en el mapa y que hoy en día me parece que tiene que ser la tierra de las mil maravillas. Y si es eso lo que se consigue con un libro, con una sucesión de palabras impresas sobre papel común que abren caminos entre países hasta entonces inimaginados, entonces yo quiero ser escritora. Quiero ser como Amin.
miércoles, 5 de enero de 2011
Fotos
Este nuevo año me acaba de regalar una historia deliciosa. La de la fotógrafa de la foto que he puesto arriba. Echadle un ojo a este link y disfrutad con la belleza de las instantáneas de Vivian Mayer, una mujer nacida en 1926 cuyas maravillosas fotografías fueron descubiertas por casualidad en 2007. La persona que las descubrió nunca pudo contactar con ella, y al poner en Google su nombre, lo único que apareció fue la esquela que comunicaba su fallecimiento.
Hoy ya se prepara un documental sobre ella y hay varios blogs que muestran algunas de sus imágenes.
Hay un potencial infinito en la gente que nos rodea (y en nosotros mismos). Dediquemos este 2011 a descubrirlo.
¡Feliz año nuevo!
PD: aquí hay más
miércoles, 22 de diciembre de 2010
Dulce
I was thinking about... Christmas
Dicen que estas fechas son demasiado dulces, empalagosas, y que están llenas de hipocresía y falsedad. Que deseamos felices fiestas al vecino del segundo al que no soportamos, que nos emborrachamos con los compañeros del trabajo a los que día a día ponemos verdes, que hacemos regalos sin sentimiento, que a todo el mundo le importa un pito el verdadero sentido de esta época.
Pero digo yo que más vale una vez al año de buenas intenciones, buenas palabras y sonrisas, que ninguna. Más vale ir a una cena que no te apetece un carajo y descubrir que esa compañera que tiene cara de boba es un encanto que quedarse en casa haciendo lo mismo de siempre. Vale más ilusionarse juntos por un día soñando con que quizás mañana seamos ricos que pasar de largo y no saber en qué está pensando el otro. Porque digo yo que a nadie le amarga un dulce y, aunque ese dulce venga como regalo obligado por las circunstancias, sabe igual de bien.
Así que, por todo eso, me declaro partidaria de la Navidad (entiéndase como concepto que abarca hasta el día de Reyes) y de todas las convenciones que trae consigo. Digamos que es lo mismo que el carnet por puntos: si no nos obligan a ir más despacio, aunque sepamos que es lo correcto, seguiremos corriendo.
Paremos, pues, y miremos a nuestro alrededor. Sonriamos aunque estemos muertos de frío y sueño y lo mismo ese gesto nos transpasa la cara y nos calienta un poco el alma.
Así que, Feliz Navidad. Y creas o no creas en Dios, nunca dejes de creer en los demás y en tí mismo que, al fin y al cabo, viene a ser lo mismo.
Dicen que estas fechas son demasiado dulces, empalagosas, y que están llenas de hipocresía y falsedad. Que deseamos felices fiestas al vecino del segundo al que no soportamos, que nos emborrachamos con los compañeros del trabajo a los que día a día ponemos verdes, que hacemos regalos sin sentimiento, que a todo el mundo le importa un pito el verdadero sentido de esta época.
Pero digo yo que más vale una vez al año de buenas intenciones, buenas palabras y sonrisas, que ninguna. Más vale ir a una cena que no te apetece un carajo y descubrir que esa compañera que tiene cara de boba es un encanto que quedarse en casa haciendo lo mismo de siempre. Vale más ilusionarse juntos por un día soñando con que quizás mañana seamos ricos que pasar de largo y no saber en qué está pensando el otro. Porque digo yo que a nadie le amarga un dulce y, aunque ese dulce venga como regalo obligado por las circunstancias, sabe igual de bien.
Así que, por todo eso, me declaro partidaria de la Navidad (entiéndase como concepto que abarca hasta el día de Reyes) y de todas las convenciones que trae consigo. Digamos que es lo mismo que el carnet por puntos: si no nos obligan a ir más despacio, aunque sepamos que es lo correcto, seguiremos corriendo.
Paremos, pues, y miremos a nuestro alrededor. Sonriamos aunque estemos muertos de frío y sueño y lo mismo ese gesto nos transpasa la cara y nos calienta un poco el alma.
Así que, Feliz Navidad. Y creas o no creas en Dios, nunca dejes de creer en los demás y en tí mismo que, al fin y al cabo, viene a ser lo mismo.
jueves, 16 de diciembre de 2010
Talento
Gardner desarrolló la teoría de la inteligencia múltiple, según la cual todos poseemos una serie de inteligencias más o menos desarrolladas que condicionan aquello para lo que tenemos facilidad y aquello que nos cuesta más esfuerzo.
En mi caso, creo que la inteligencia predominante es la lingüística, si bien es cierto que hay otras dos o tres que tengo también más desarrolladas que la naturalista, por ejemplo. Y desde luego, hay una que no está apenas desarrollada en mí que es la kinestética, o la inteligencia asociada al movimiento.
Quienes me conocen desde hace tiempo saben que nunca he sido buena en deporte, si bien soy bastante constante y gracias a eso logro suplir las muchas carencias que tengo en ese área. Pero últimamente estoy cambiando y desarrollando esa parte de mí que tenía adormecida gracias al baile.
Y creo que es algo que deberíamos intentar todos. Porque es comodísimo profundizar en lo que nos gusta y nos resulta sencillo, pero lo que de verdad le llena a uno es ver cuánto puede avanzar todavía en campos en los que creía que la batalla estaba perdida.
Me cuesta mucho esfuerzo bailar, memorizar los pasos, no confundir unas coreografías con otras, pero salgo de mi única clase semanal de funky con una energía que no tengo, por ejemplo, cuando aprendo Inglés, si bien esto último es algo que disfruto enormemente. Pero creo que en la vida hay que afrontar los retos, ser valiente y atreverse a mejorar eso que nos da vergüenza, y lo mismo nos llevamos una sorpresa.
Bueno, y de paso os dejo por aquí un video de Fama que me encanta por el sentimiento que transmiten todos los bailarines y por lo positiva que es la letra de la canción. ¡Espero que os guste!
En mi caso, creo que la inteligencia predominante es la lingüística, si bien es cierto que hay otras dos o tres que tengo también más desarrolladas que la naturalista, por ejemplo. Y desde luego, hay una que no está apenas desarrollada en mí que es la kinestética, o la inteligencia asociada al movimiento.
Quienes me conocen desde hace tiempo saben que nunca he sido buena en deporte, si bien soy bastante constante y gracias a eso logro suplir las muchas carencias que tengo en ese área. Pero últimamente estoy cambiando y desarrollando esa parte de mí que tenía adormecida gracias al baile.
Y creo que es algo que deberíamos intentar todos. Porque es comodísimo profundizar en lo que nos gusta y nos resulta sencillo, pero lo que de verdad le llena a uno es ver cuánto puede avanzar todavía en campos en los que creía que la batalla estaba perdida.
Me cuesta mucho esfuerzo bailar, memorizar los pasos, no confundir unas coreografías con otras, pero salgo de mi única clase semanal de funky con una energía que no tengo, por ejemplo, cuando aprendo Inglés, si bien esto último es algo que disfruto enormemente. Pero creo que en la vida hay que afrontar los retos, ser valiente y atreverse a mejorar eso que nos da vergüenza, y lo mismo nos llevamos una sorpresa.
Bueno, y de paso os dejo por aquí un video de Fama que me encanta por el sentimiento que transmiten todos los bailarines y por lo positiva que es la letra de la canción. ¡Espero que os guste!
viernes, 10 de diciembre de 2010
Sueño
Este mundo, este país, se construye gracias al sueño de todos los que lo habitamos. Y no hablo del sueño que se tiene con los ojos cerrados, sino del que se arrastra con los ojos abiertos. De ese sueño provocado por enlazar dos trabajos y hacer encaje de bolillos para ver también a los niños, aunque sea un rato; el sueño que se arrastra de una semana a otra y a otra, porque uno no da abasto con el marido enfermo y la nieta que aún no supera el año a la que los padres no pueden cuidar porque trabajan de ocho a ocho. El sueño de las madres trabajadoras que se quedan despiertas hasta la una de la mañana cocinando para que los suyos coman caliente al día siguiente, a pesar de que ellas se tienen que resignar al dichoso sandwich de jamón de todos los días.
Y arrastrando ese sueño vivimos, trabajamos... y soñamos despiertos con el día en que el sueño se quede en la cama.
Y arrastrando ese sueño vivimos, trabajamos... y soñamos despiertos con el día en que el sueño se quede en la cama.
jueves, 21 de octubre de 2010
Ficción
Creo que es eso lo que necesito: ficción.
Historias de pasiones, crímenes, dolor, fuego, heroismo... que se acaban cuando cierras el libro (o sales del cine).
Estoy hasta arriba de teorías, de realidades, de cotidianidad, de todos somos iguales.
Y sí, es cierto, todos somos iguales. Al fin y al cabo nuestras necesidades fisiológicas y emocionales varían lo justo de una persona a otra, y lo mismo pasa con nuestras historias personales...
En cambio en las pelis, en los libros, la gente sale a la calle como si fueran los primeros del mundo en hacerlo, tan ideales ellos, y con esa música de fondo tan estupenda. Sufren, como si fueran las únicas personas en el mundo que sienten dolor y lloran como si con cada lágrima se vaciara un poco su alma.
Es más o menos lo mismo que sentimos cuando somos adolescentes, momento en el que nos sentimos observados por la dichosa "audiencia imaginaria", antes de darnos cuenta de que cada uno no se preocupa más que de su propio ombligo.
Pero yo, hoy en día, estoy en una época tan racional de mi vida que cuando veo una peli la contrasto mentalmente con las posibilidades que existen de que eso pasara en la realidad. Como si fuera de eso la cosa. Como si no necesitáramos creernos especiales, como si no fuéramos seres sociales, ávidos de historias de tiempos y de personas mejores...
Así que entre mis próximos planes está retrotraerme, aunque sea sólo durante un día, a esa época de cambios hormonales y consecuentes granos en la que nos creíamos los reyes del universo (o por lo menos sus príncipes) y todos los poemas hablaban de nosotros. Se aceptan compañeros de viaje.
Historias de pasiones, crímenes, dolor, fuego, heroismo... que se acaban cuando cierras el libro (o sales del cine).
Estoy hasta arriba de teorías, de realidades, de cotidianidad, de todos somos iguales.
Y sí, es cierto, todos somos iguales. Al fin y al cabo nuestras necesidades fisiológicas y emocionales varían lo justo de una persona a otra, y lo mismo pasa con nuestras historias personales...
En cambio en las pelis, en los libros, la gente sale a la calle como si fueran los primeros del mundo en hacerlo, tan ideales ellos, y con esa música de fondo tan estupenda. Sufren, como si fueran las únicas personas en el mundo que sienten dolor y lloran como si con cada lágrima se vaciara un poco su alma.
Es más o menos lo mismo que sentimos cuando somos adolescentes, momento en el que nos sentimos observados por la dichosa "audiencia imaginaria", antes de darnos cuenta de que cada uno no se preocupa más que de su propio ombligo.
Pero yo, hoy en día, estoy en una época tan racional de mi vida que cuando veo una peli la contrasto mentalmente con las posibilidades que existen de que eso pasara en la realidad. Como si fuera de eso la cosa. Como si no necesitáramos creernos especiales, como si no fuéramos seres sociales, ávidos de historias de tiempos y de personas mejores...
Así que entre mis próximos planes está retrotraerme, aunque sea sólo durante un día, a esa época de cambios hormonales y consecuentes granos en la que nos creíamos los reyes del universo (o por lo menos sus príncipes) y todos los poemas hablaban de nosotros. Se aceptan compañeros de viaje.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)